VIDAS EN EQUILIBRIO
Rural Que está apegado a las cosas propias del campo.
Equilibrio s. m. Armonía y proporción entre cosas distintas.
Valle del Maule (Chile). “Es lo que soy, soy la tercera generación que está acá, llegaron mis abuelos, mi papá y seguí yo”. Mireya está orgullosa de ser “guasa”[1] y de su estilo de vida. Aun cuando, en sus años de niña, no fue fácil: “fue difícil superarlo, el complejo del campesino”.
Vive en el sector de Name, en una Finca de 4.72 Hectáreas, en la falda del cerro del mismo nombre. Los vecinos más cercanos se ven a lo lejos.
La menor de cuatro hermanos, es la única que ha tomado el relevo en la tradición familiar de la agricultura y la vida rural. En el mismo lugar donde ella vive ahora, su padre hacía y vendía carbón; su madre sostenía el funcionamiento de una gran casa de adobe a la sombra de la higuera.
A los 7 años tuvo que ir a vivir a la ciudad con sus hermanos, era la única forma de acceder a la escuela primaria. Sin embargo, ella solo quería regresar a su Name “mis penas llegaban aquí y se acababan (…) Name era mi refugio”.
Al fallecer el padre, su madre se fue a la ciudad dejándola a cargo. No fue fácil para una Mireya que a pesar de su juventud ya era madre de dos niños. No obstante, había que vivir y apoyar a su madre (las jubilaciones en Chile son modestas) y “económicamente no nos da para subsistir bien con solo lo que nos da la agricultura”. Patricio, su marido, tiene un segundo trabajo. Ella describe la soledad y dureza que puede conllevar a veces el trabajo en la viña cuando él está fuera “aplicar productos de 15 kilos a tu espalda”.
Su padre fue un visionario, de los primeros en traer viñas centenarias a ese sector.
Sus primeros recuerdos del vino son a los 6 años: “comiendo esa uva blanca” “la viña era eso, comer esa uva grande”, “cantando en las vendimias”. La uva de la que habla, uva blanca ovoide, es una uva histórica poco común. Y cada vez más, ya que las grandes plantaciones, marcadas por la demanda del mercado favorecen las “Viñas finas”[2]. Pero en la Cooperativa Loncomilla apuestan por preservar los productos del lugar, basados en su calidad e historia. Mireya sonríe “el logro es, que en una botella está el fruto de tu trabajo, yo creo que es, es como la recompensa a lo duro que es ser agricultor”.
La vida en el campo no es fácil. A la dureza de trabajar la tierra se añaden catástrofes como el terremoto del 2010 que dejó inhabitable la casa de adobe donde Mireya creció, o el terrible incendio del 2017 que amenazó con destruir su sustento y modo de vida “dos días sin dormir, día y noche (…) era impresionante lo que quemó, cuanto fuego, cuanta llama (…) no paraba”. Ella se quedó y resistió junto con su familia, salvando su casa y la de su vecino.
Pero Mireya, es una guasa convencida, encarna una vida en armonía, todo lo que se produce en su casa se aprovecha: la uva, los tomates, las frambuesas… Los pies de Mireya la conectan con su tierra “Esta tierra me ha dado muchas satisfacciones (…) no me veo en otra parte”.
Y Fairtrade le acompaña “Comercio justo llegó en una época que me sirvió un montón (…) me permitió seguir (…) donde ya no nos alcanzaba” en esta vida alternativa a la urbe que Mireya ve amenazada por la especulación de tierras y modelos de producción agresivos y poco sostenibles.
El comercio justo es un modelo comercial que pone al centro los seres humanos y la sostenibilidad social, económica y ambiental de las sociedades; dignificando el trabajo de productores(as) y trabajadores(as). Y es así, que una de las recompensas por ser parte de una organización con certificación Fairtrade en la vida de Mireya es que su vida en equilibrio se proteja y continúe siendo una realidad.
[2] En Chile, entre los vitivinicultores, se alude a las Viñas Finas como aquellas exportadas alrededor del S.XIX desde Francia. Estas viñas se convirtieron en las predominantes en el mercado haciendo muy difícil la existencia de las viñas Criollas o nativas. Estas fueron traídas por los españoles durante la colonización para evangelizar a los pueblos indígenas.